El dolor de soltar

Con el paso de los años, y al experimentar un profundo dolor en mi corazón y cuerpo, he entendido que lo único permanente en la vida es el cambio. El cambio en la materia, en los pensamientos, en los lugares y en las relaciones…

Siempre pensé que había relaciones que jamás terminarían, relaciones que parecían indestructibles y perfectas, como las de las series y películas de la televisión. Hasta que, de repente, empiezas a sentir un vacío interno cuando compartes tiempo con esas personas “de siempre”. De repente, sientes que tu lugar seguro se ha convertido en un espacio monótono, donde ambas partes ya no se sienten bien siendo ellas mismas en todos los sentidos.

Me costó mucho entender que la vida y las personas cambian. Que la evolución es así, y que dependiendo de la misión de cada uno, tomamos caminos muy diferentes. Intenté permanecer ahí, siendo la “Marta de siempre”, explicando una historia que ya no me representaba, solo para no sentirme extraña, juzgada y, en algunos casos, menospreciada. Intenté seguir ahí, sin ser yo, arriesgándome a perderme en el proceso, todo para no sentir que podía perder a esas personas que tanto quería.

¿Cómo arriesgarme a perder mi lugar seguro…?

Hasta que un día me prioricé y entendí que, realmente, la vida y el aprendizaje son necesarios, y que "para siempre" puede durar solo unos años, justo los que necesitamos para aprender unos de otros. Entendí que cerrar ciclos es sano y que ayuda a ambas partes a avanzar, ya que ninguna es mejor que la otra. Nuestra consciencia avanza a ritmos distintos y en temas distintos, y esto nos lleva a cortar lazos que ya no vibran en nuestra misma sintonía.

Y es sano, soltar es muy sano. Doloroso también, pero te aporta una sensación de alivio, presencia y coherencia en la vida que te permite vivir mucho más relajado. Necesitamos desapegarnos de vínculos que no son sanos para nosotros, pues es la única forma de abrir la puerta a todo aquel que vibra en nuestra misma frecuencia.

Durante años, necesité la aprobación y el reconocimiento de los demás para tomar decisiones importantes, para ser valiente y brillar en mi esencia. Sin embargo, desde que aprendí a soltar desde el amor, sin rencor ni rabia, y con agradecimiento por las lecciones aprendidas, conecté con la autoconfianza para tomar decisiones basadas en mi propio criterio. Ya no tenía que gustarle a nadie, solo a mí.

Desde esa vibración, empezaron a llegar a mi vida las personas indicadas, aquellas que me hacen brillar aún más cada día, las que admiran mi locura y me animan a continuar siendo esa versión de mí misma que me hace feliz. Esa familia de alma que, de repente, llega y piensas: “¿Dónde habías estado todos estos años?” Esta familia de alma llega justo en el momento indicado para reparar un poquito más tu corazón. Las personas llegan cuando estamos preparados para entregarles lo mejor de nosotros mismos; llegan porque vibramos en la misma sintonía.

A día de hoy, tengo la suerte de poder decir que sigo conservando a algunos de mis mejores amigos, aquellos que me han querido y respetado tal como soy, en todas mis épocas, y que justamente en el presente me acompañan y me animan a ser la persona que deseo ser.

A los de siempre y a los que habéis llegado hace poco… ¡Gracias, gracias, gracias! Hacéis que el camino en esta experiencia terrenal sea más maravilloso.

NOS AMO.

Me despido con una frase que mi querida Andrea me acaba de compartir: “Todo aquello que amas hoy es muy probable que lo pierdas, pero el amor volverá, con otra forma y otro rostro.”

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